Mi columna de opinión en EL TIEMPO, 27 de marzo de 2016

querido

Tan rico que era cuando comía sin pensar en las consecuencias y no tenía que memorizar si había tomado el esomeprazol en ayunas.

Recuerdo esos días en los que podía tomar vino tinto en la noche y cenar espagueti pomodoro con postre. Pienso con nostalgia la ida al cine acompañada de un perro caliente y piña incluida. ¡Qué buenos tiempos aquellos!

 Tengo 46 años, y desde los 35 el contenido de mi cartera comenzó a cambiar. Ahora cargo pastilleros con toda clase de medicamentos para el reflujo, el cólico, la hinchazón, la gastritis y demás molestias estomacales, porque hay que estar preparado para cualquier contingencia.
Las charlas con mis amigas mutaron, ya no hablamos de hombres guapos, de libros, o de la vida, ahora nos damos consejos, trucos, recomendaciones y pócimas secretas para aliviar estas dolencias: que bicarbonato en ayunas, que agua de caléndula, que papaya, que agua tibia con limón, me acuerdo que hasta fui fiel seguidora del jugo de noni, que por demás era carísimo. ¡Ay qué dolor gastarse la platica del vino y la comida en tantas pastillas!

No sé qué pude haber hecho mejor, no sé qué pude evitar y eliminar de mis hábitos juveniles. Es más, no tengo la certeza de que esto se hubiera podido prever. Adoro comer y tener el estómago averiado es una desgracia. ¿Será entonces cierto que la comida y el estrés diario nos están destruyendo?

Si abrimos la despensa de la casa nos vamos a encontrar con montones de alimentos procesados, enlatados, transformados. Si nos vamos a la nevera el panorama no es alentador: verduras y frutas genéticamente modificadas, o maduradas a la fuerza y rociadas con pesticidas. Ni hablar de las carnes de animales alimentados con granos, llenas de hormonas y antibióticos (especialmente las importadas). ¡Qué vaina! En mi caso ya no hay marcha atrás.

Aunque soy optimista y creo que si sigo mercando en las plazas y evito la comida rica en grasa, sodio y a los endulzantes artificiales, lograré algunas mejoras.

Sin embargo, pienso que para las nuevas generaciones puede haber un futuro favorable si tan solo comenzamos, por ejemplo, a eliminar o bajarle a la dosis de las gaseosas, los falsos cereales de caja, las golosinas recargadas de azúcar y además nos acostumbramos al ejercicio. Estamos a tiempo de darles un mejor porvenir a nuestros niños y, claro está, a sus estómagos. Buen Provecho.

De Postre: Bellísima exposición en el Fondo de Cultura Económica de Bogotá: ‘Las Cenas de Gala de Salvador Dalí’ y ‘Los Sueños Caprichosos de Pantagruel’.