Algunos restaurantes cometen pequeñas o grandes equivocaciones que hacen que yo no vuelva nunca más o que lo haga con prevención. Me gusta la buena actitud para prestar un mejor servicio, la preocupación por la calidad de la comida y la amable atención pero los invito a que le den una revisada a mi lista de lo que de verdad agradezco pero no quiero que me suceda en un restaurante:

–          Los meseros que amablemente me sirven la cerveza en el vaso, pero que no tienen la más mínima idea de cómo hacerlo. Como resultado dejan el vaso lleno de espuma que se demora eternos minutos en bajar.

–          Todo entra por los ojos, pero la gran idea de servir los platos decorados buscando una mejor presentación, tiene sus límites. No sólo adornan el plato, sino que llenan tu comida de milimétrico perejil que tienen picado con anticipación. Ya ni es fresco, ni tiene color, pero si mantiene el sabor que altera los de la comida. “Bueno es perejil pero no por mil”.

–          Gracias pero NO a los meseros que corren dentro del restaurante, asumo  que lo hacen con la disposición de prestar un servicio eficiente, pero es fatal la imagen que dejan, como si no les alcanzara el tiempo o estuvieran tarde con los pedidos.

–          Y hablando nuevamente de esta actitud hacia el buen servicio, no quiero meseros que me estén preguntando cada cinco minutos si todo está correcto, aunque pensándolo bien no se si es peor los que nunca se aparecen por mi mesa. Gracias pero NO.

–          Cuando ordeno un plato que está descrito en la carta o perfectamente explicado por el mesero, espero que me traigan lo ofrecido. Odio que cuando en la cocina  se les acaba alguno de los ingredientes deciden cambiarlo sin previo aviso, por ejemplo, queso mozzarella por doble crema o rúgula por cualquier otra lechuga y tranquilamente el mesero se aparece en la mesa con un plato parecido, confiado en que el cliente no se dará cuenta.

–          Gracias pero NO, a los restaurantes que tienen cartas tan extensas que es imposible decidir. Me demoro una eternidad leyéndola y me da mala espina, porque pienso que tienen tanto que ofrecer que no son buenos en nada. Con excepción de Andrés Carne de Res, que tiene una carta amplia pero cuenta con cocinas grandes y los empleados necesarios y capacitados para esto.

–          Algunos restaurantes tienen mucho éxito, y supongo que con la idea de poder atender más clientes y no dejarlos por fuera aburridos, se inventaron las mesas al lado del baño. Sinceramente es mejor volver otro día que tener que comer con el baño pegado a la mesa. (No se si han notado que además esa mesa generalmente es la que tiene una pata coja).

–          Me gusta que en mi mesa siempre estén la sal y la pimienta, pero lo que no entiendo es porque ponen esos saleros que no les sale sal. Hay que golpearlos contra la mesa en repetidas ocasiones y finalmente, luego de molestar a los otros comensales con el ruido,  sale un grano de arroz, porque la sal esta tan húmeda que se queda pegada al salero. Gracias, pero No.

–          Yo agradezco cuando me traen el plato con el tiempo adecuado luego de haberlo ordenado, para alcanzar a probar el pan y saborear el vino o la bebida ordenada. No se que me molesta más, si cuando lo traen inmediatamente como si ya estuviera preparado o que se demoren siglos en traerlo, cuando ya los jugos gástricos han hecho de las suyas.

–          Me encanta cuando me traen la cuenta sin demoras, pero no entiendo porque no la revisan siempre antes y me cobran lo que yo no ordené o lo que mi vecino disfrutó. Recomiendo entonces, que revisen sus cuentas antes de pagar, existe la posibilidad de que tengan costosos errores o que inviten a un extraño sin querer a su trago, postre o café.

–          Algo que tal vez no puedo agradecer, por más de que sea gratis, es un tinto recalentado. Me uno a la protesta que en su momento inició el crítico de cocina  Kendon McDonald Smith, es el colmo que en Colombia no sirvan el mejor café, pero que además lo sirvan recalentado. Gracias pero NO.

TOME NOTA

–          Cuando cocine con cebolla, ajo, coliflor, pescado o algún ingrediente que tenga un olor fuerte, le recomiendo que ponga a hervir, mientras cocina, una ollita con agua, astillas de canela y algunos clavos de olor, con el vapor de esta infusión evitará que su casa quede oliendo a lo que cocinó.