EL ARTE DE HACER PAN
(extracto del libro “Mamá” de Carol Oates, Editorial Alfaguara. Joyce Carol Oates es una novelista, cuentista, editora y crítica, nacida en Lockport, Nueva York en 1938).

“Fue así, yo había empezado experimentar con recetas del libro El arte de hacer pan, muy sobado y manchado de harina. No era una panadera innata. Nunca había sido buena cocinera. Tal vez sufría de déficit de atención como la mitad de la población estadounidense. Me faltaba paciencia, y la paciencia es una especie de madurez.

En la cocina, ante la tabla del pan, amasando la masa como mamá había intentado enseñarme, me sentía en paz, y era feliz. Porque – ¡casi!- podía ver a mamá por el rabillo del ojo. ¡Casi!… podía oír a mamá animándome.
¡Amasar es fácil, Nikki!
Enharínate las manos. Añade harina a la tabla hasta que la masa deje de pegarse. ¡Bien!
¡No  luches con la masa! Empuja aprieta estira la masa, empuja aprieta estira la masa, así es, cariño, encuentra el ritmo, no tienes que precipitarte, utiliza tu instinto, tómate tiempo, amasar es felicidad, cuando amasas pan entras en una zona de felicidad, cuando observas que el pan sube es felicidad, cuando hueles el pan al cocerse es felicidad, cuando se enfría el pan (siempre sobre una rejilla de alambre, cielo) es felicidad cuando compartes el pan con otros es felicidad y es una felicidad que te mereces, Nikki, no tristeza

Algunas veces brotaban lágrimas saladas de mis ojos, que caían en la masa de pan. Si no podía secármelas con suficiente rapidez dejando manchas de harina en mi cara.

Pan milagro. Trigo entero. Trigo partido. Doce cereales.
Mientras el pan se cocía esperaba que del horno saliera lo peor  y a veces acertaba y a veces era lo que la gente describe como una agradable sorpresa. Cuando me hacía un lío, intentaba no desesperarme y simplemente evitaba la cocina durante un día.

Y cuando volvía, estaba mamá esperándome con el enorme delantal blanco que le habíamos regalado con la inscripción MAESTRA PANADERA, que se ataba a la cintura y al cuello.

¡Hacer pan es divertido, Nikki! No como la vida, que a veces se vuelve demasiado seria.

 

Pan de masa fermentada. Suero de manteca. Avena-salvado. Uva-yogur-doce cereales. Plátano y nueces.

Eran recetas de mamá las que yo preparaba. El conocido olor del pan al cocerse llenaba la casa. Si cerraba los ojos como en el más dulce sueño me veía corriendo por la entrada al garaje después de apearme del autobús escolar, abriendo de un empujón la puerta de la cocina para percibir  un olor a pan cociéndose que significaba que mi madre estaba en casa y gritaba: “!Eh, mamá! ¡Ya estoy en casa!”.

Hacía pan. Lo ensuciaba todo pero hacía pan. Me exasperaba, perdía los estribos y arrojaba a la basura pan duro como una piedra pero hacía pan. Discutía con mi amante casado pero hacia pan. Lamentaba no haber invitado a entrar en mi cocina al detective del pelo erizado, no haber dejado probar el pan de plátano y nueces de mamá que había resultado ser bastante bueno, pero no le llamé; hacía pan. Pensaba: “No necesitas más emociones en tu vida en estos momentos, necesitas menos”.

Hacía pan.”